íNGEL (I)
[Abrió sus ojos, extendió sus alas y esbozó una sonrisa.]
-Bueno, ¿a dónde vamos?
Aquel chico me fascinaba. Le miré a los ojos y pensé en cualquier cosa menos en dónde podríamos ir aquella tarde. Me quedé como embobada.
-¡¡Eeeeeoooooooo!! ¡¡Que te estoy preguntandoooo!!
Me sonreí y solté una carcajada.
Caminábamos cogidos de la mano, a ratos despacio, a ratos corriendo. Nos parábamos en cualquier escaparate y soltábamos un chiste tras otro. Nos deteníamos ante las cafeterías y restaurantes y se nos hacía la boca agua comentando nuestros platos favoritos o descubriendo ricos cafés de nombres exóticos y sugerentes batidos de mil y un colores brillantes que giraban ante nuestros ojos golosos.
Las calles se abrían ante nosotros dos para mostrarnos sus recodos de diversión y sus portales a otros mundos de fantasía.
Llegando a la mitad de un paseo, se agachó un momento a atarse los cordones sobre un banco de piedra, a decir verdad, un poco pintarrajeado. Tenía las piernas muy cansadas ya, y me senté. Cuando acabó con las zapatillas, se sentó a mi lado. Me rodeó con sus brazos y me dejé escurrir hacia atrás hasta dar con mi cabeza en su hombro. Comenzaba a anochecer y ya veía algunas estrellas en el cielo. Pero sin duda alguna, los luceros que más brillaban eran aquellos hermosos iris que me observaban!