El íƒÅ¡ltimo Atardecer
Pequeños ojos que nos observan desde tiempos inmemoriables, que nos han visto crecer y convertir nuestro hogar en lo que hoy es. Pequeñas guías que allá arriba están, y nos ayudan siempre a encontrar el camino, a creer que hay algo más.
¿Qué somos? ¿Cuál fue nuestro comienzo? ¿Qué nos deparará el futuro?
Sólo ellas lo saben.
-Eyron… ¿nunca has pensado… que hay algo más a parte de todo esto? ¿Que el destino se puede cambiar?
Me miró.
-Randsa…
Encogí los hombros.
-Sí… algo totalmente diferente a lo que conocemos, opciones, poder elegir…
Eyron me pasó un brazo por los hombros, haciendo que me sintiera un poco más tranquila, pero ambos en el fondo sabíamos que tal cosa no existía, y que mi futuro era inevitable. No pude evitar que mis ojos se humedecieran, y me sequé las lágrimas lo más disimuladamente que pude, pero Eyron ya había notado la pequeña convulsión de mis hombros y me rodeó con el otro brazo para abrazarme y darme ánimos.
-Eyron… mañana, yo…-logré decir.
-Tranquila… estaré contigo…
Reuní fuerzas y le abracé también, de pronto pasaron por mi cabeza las imágenes del terrible ritual de los Elegidos que, desde el principio de los tiempos se ha efectuado para satisfacer los deseos de la diosa de la tierra, la cual traerá alimentos y beneficios a nuestra región. Yo era la Elegida, al igual que lo fue mi madre, mi abuela, y todos mis antepasados mujeres… todavía no sé por qué las mujeres debemos ser sacrificadas a alguien que no podemos ver, ni cuál es el origen de esta horrible costumbre; pero no solo ocurre aquí, en las demás regiones también hay un Elegido, aunque no sé si son hombres o mujeres, que han de matar en nombre de otros dioses para que ellos tengan una vida más plácida.
-Huyamos.-dijo Eyron de repente.
Me separe de él bruscamente.
-¿Irnos, a dónde? No hay otro lugar al que escapar, y si fuera así, nos darían alcance en menos que canta un gallo.
-Randsa, tenemos una llanura frente a nosotros, un horizonte, cualquier lugar es mejor que esto, y si nos vamos ahora mismo tendríamos como poco una noche de ventaja.-un destelló iluminó los profundos ojos azules de Eyron, incitados a realizar la locura- Randsa, merece la pena intentarlo, de verdad.
Sostuve su mirada, pensando, ¿y si escapamos? ésta era nuestra oportunidad, nadie nos había seguido, no se aseguraron de vigilarme, justo en la víspera de mi muerte. ¿Acaso no pensaron que podría huir? ¿tanta confianza tienen? En cualquiera de los casos, nada me retenía allí, podía dejarme matar, o luchar por mi vida. Eyron tenía razón, debíamos huir.
-Huyamos.-asentí.
Y así, con los últimos rayos del sol del ocaso sobre nosotros, corrimos hacia aquel horizonte que se alzaba ante nuestros ojos, con la promesa de un nuevo amanecer.