Tu cerebro ha imaginado lo que un dios dos eternidades. Tus labios han rozado los pétalos de la rosa más roja y la seda que oculta la lujuria. Tus dedos han recorrido la distancia que nos separa del centro de Andrómeda, sobre una alfombra de piel desnuda y llena de indómitos recovecos. Tu calor creó una tierra de volcanes, uno a uno apagados tras siglos de olvido.
Y tus pies, tus pies jamás tocaron el suelo.