Despierta mi consciencia. El vaho se escarcha en las paredes oscuras de la celda. Son cada vez más fuertes, más gruesas, cada respiración las alimenta de miedo y odio. Al otro lado brilla el astro rey, os ilumina, pero existe un punto vacío al cual no llega el calor.
El llanto solidifica al llegar al suelo. Mi prisión es cada vez más pequeña, más agobiante. Casi no puedo respirar el aire frío que me rodea. Desespero, lloro. Mi corazón palpita tan deprisa que parece a punto de estallar en dolor y sangre. Un sudor helado lacera mi piel.
Congelada dentro de mi fría realidad, mi mente ha cerrado las puertas de la cordura. Ya no soy yo. Soy un alma errante sin inteligencia ni sentimientos. Para vosotros, he muerto.