Es muy curioso… llega un día muy especial, ya no soy una menor, he cumplido 18 años. Tantos años haciendo planes, midiendo todo al milímetro para que todo sea perfecto, para que sea especial e inolvidable. ¡Qué inocente he sido!
Ayer cumplí mis 18 y nada fue como había planeado. Dos días antes avisé a mis amigos, a los que quedan a mi lado, de que quería que estuvieran presentes… y estuvieron, como siempre o casi siempre, a mi lado.
No hice un viaje, ni me fui con un chico a aislarme del mundo, ni la lié parda, ni llegué demasiado tarde a casa. Nada de lo que había planeado. Tampoco había planeado que las dos personas que más daño me han hecho, las únicas personas que me han retirado la palabra dejándome vacía, vinieran con una sonrisa sincera deseándome feliz cumpleaños… Fue perfecto, planeado sobre la marcha y sin embargo inolvidable, emocionante y especial, muy especial.
Sé que una de esas personas me ha perdonado y eso me alegra mucho, aunque ciertamente la relación no es la misma. Sé que no puedo volver a ser su mejor amiga. La otra… la otra me va a costar que me vuelva a dirigir la palabra, pues nunca volveré a cumplir 18 años y él nunca volverá a ocupar el lugar que le corresponde. Ha sido demasiado malo, como un niño pequeño, y merece su castigo. Afortunadamente parece que todo se está volviendo contra él y le veo muy solo. Quizá algún día se trague todo su orgullo y rectifique; es decir, algún día, sin duda, madurará y se dará cuenta de todas las tonterías que ha cometido.
Ayer cumplí los 18 años y sé que no volveré a ser una niña físicamente. Seré una niña en mi interior, pero una niña con la madurez suficiente para no cometer las mismas estupideces que cometí hace algún tiempo.
