Ahora que tengo lo que deseaba no lo quiero. Sería sencillo si no fuese porque se trata de una persona con sentimientos y emociones. Ahora soy ese niño caprichoso que desea un juguete hasta que lo obtiene, absurda comparación pues el juguete no padece y el niño después de abandonarlo no tiene ningún tipo de remordimiento.
¿Formará parte de mi naturaleza?
Esa naturaleza que tanto me he empeñado en disfrazar y ocultar a los ojos de los demás.
¿Seré otro hipócrita?
¿Seré normal?
Supongo que después de todo tendré que aceptar que no soy especial sino un burdo más.