Y duele, duele bastante, ver como están cambiando a un ser querido.
Pero lo que más duele de todo es ver como le cambian sin que tu puedas hacer nada.
Tener que estar ahí, parada, mirando, mientras la otra persona está cambiando a peor, poco a poco.
Y no puedes hacer nada, porque al final siempre las cosas repercuten negativamente en tí, ya ha pasado otras veces…
Todo se resume en decir “bah, si me da igual” mientras sientes que las ganas de matar aumentan.