Y seguimos así, en aquel banco del parque, él frente a mi, jugando a aquel juego de conocernos.
-¿Y alguna vez tuviste problemas alimenticios? -me preguntó. No era una pregunta mal intencionada, lo preguntó por preguntar.
En ese momento se planteó el dilema. Podía decirle que no y quedar como alguien liberal y sin complejos, es decir, podía mentirle para quedar bien, algo que no solía hacer muy a menudo. Pensé en esa opción. Pero ¿y si se daba cuenta de que era mentira, que se daría seguro? Quedaría peor.
Al final me decidí por decirle la verdad, mi obsesión con mi peso, mis días salteados sin comer y mis tés laxantes. Obsesión que tuve hará como 5 meses. Mis labios se despegaron lentamente. Al fin y al cabo estábamos los dos en aquel banco del parque, él frente a mi, jugando a conocernos.
-Eh? Te has quedado… -en ese momento lo entendió, y se dio cuenta de que era mejor no hablar del tema-.. hmm, se me ha ido -rió- eso también, muchas veces se me van las cosas. Bueno, te toca preguntar.
Y no tocamos nunca más ese tema.