Pasaron a su cuarto. Estaba nerviosa, nunca lo había hecho y sentía que aquella noche sería la ocasión. Se sentaron en la cama, mirándose uno al otro. Él pasó su dedo por su oreja ordenando su pelo y le cogió las manos con suavidad. Sentía la piel erizarse, los nervios la consumían. Sus boca se acercó y le plantó un beso en los labios. Beso tras beso fue aumentando la pasión hasta que él ya no pudo más y todo comenzó. Ella no se resistió y se dejó hacer. Lentamente, entre besos y caricias de sus labios y sus manos fue recorriendo su cuerpo. Notaba su boca caliente deslizándose por su cuello. De repente una mano se paró en uno de sus pequeños pero firmes senos y ya no pudo más. Quería gritar de placer pero con la boca cerrada solo salió un imperceptible gemido que él supo a bien interpretar. Sus pezones se endurecieron y un cosquilleo recorría todo su cuerpo. Él continuó su labor poco a poco. Se quitaron la parte de arriba al completo y cuando ella se deshizo del sujetador pudo ver unos pechos pequeños como limones con unos pequeños pezones. Poco a poco rodeando con la lengua la aureola hasta llegar a la punta del pezón fue plantando besos y lamidos que la llevaron a la locura. Pero esto no había hecho más que empezar. Siguió hacia abajo hasta encontrar lo que buscaba y allí estaba. Pequeño con un poco de pelo se encontraba su monte de venus.
Ahora era él quien ya no podía más, una protuberancia luchaba por salir de sus pantalones, cortándole la respiración. Casi en un roce, su lengua entró en contacto con su clítoris y gritó, gritó como si una espada atravesara todo su ser. Notó su pequeño cuerpo convulsionandose de placer. Mordisqueó su piel con suavidad y más gritos acompañaron a la escena. Paró un momento y desató a la fiera que rugía dentro de su pantalón. Sin que él lo esperara ella cogió su miembro entre sus manos y lo acarició, lo examinaba con interés, jugó con él y este fue su compañero de juegos. Acercó su boca y lo introdujo en él. Aprentándolo con los labios y acariciándolo por dentro con la lengua lo notó duro y caliente, lleno de la sangre que su corazón bombeaba sin parar. Rítmicamente movió su cabeza hacia delante y hacia atrás al tiempo que con los ojos cerrados escuchaba la respiración de su chico entrecortada y jadeante.
Pasados 2 minutos él la cogió y la tumbó en la cama. Apenas si podían hablar pero logró decir un í¢â‚¬Å“no me hagas daño por favorí¢â‚¬Â que fue callado por un beso más. Con la bestia entre sus manos la guió hacia su pequeño agujero. La punta se introdujo hasta detener su avance pues ya no podía dilatar más. Con cuidado y lentamente presionó hacia adentro ayudándose de la fuerza de su cuerpo sobre el de ella y finalmente tras 3 gemidos todo fue con normalidad. El movimiento era ya constante y cada vez más intenso. Llegó un punto en el que aumentó la velocidad, él se introducía en ella rápidamente y de repente cambió de ritmo y fue lento. Sus cuerpos se estremecieron, gritaron, alcanzando un orgasmo de un placer indescriptible. En ese momento ella pensó que eran una sola persona que se habían unido en cuerpo y alma.
Todo había terminado ya. Acababa de experimentar lo que era hacer el amor. Él, agotado, se quedó encima de ella y así abrazados permanecieron varios minutos hasta que el sueño se apoderó de ellos y Morfeo les acogió como un bebé que duerme tranquilo y satisfecho por haberse tomado su biberón...