Una noche con sabor amargo
La noche nos acompañaba, estábamos eufóricos y decidimos pillarnos la mayor cogorza de todas. Litro tras litro tras litro el alcohol iba fluyendo por las venas. Todo valía para conseguirlo así que me acerqué a una chica, rodee su cintura con mis brazos y susurrándole al oído, casi en un beso comencé mi empresa. Entramos dentro y ella pidió la cerveza. Mientras el barman servía el pedido continuábamos hablando, muy cerca el uno del otro. Notaba su cálido aliento en mi boca y de repente, nuestros labios se rozaron y prendió la llama. Todo paso a más, el roce se convirtió en contacto, notaba sus labios, dulces, en los míos, su lengua luchando con la mía por encontrar refugio en mi boca. Pero no perdería tan fácilmente y ella sacó sus armas. Un mordisco atenazó mi labio inferior y de nuevo noté esa llama, noté como mi cuerpo se erizaba, noté un cosquilleo en mis labios y de nuevo más pasión. Tras 15 largos minutos que para mi se hicieron cortos salimos afuera y allí le di los últimos besos, allí nuestras lenguas se despidieron sin dejar un ganador claro…
Pasaron 30 minutos y aun notaba ese mordisco en mis labios. Quise buscarla pero ella ya no estaba, se había ido. Me lo había dado todo, me dio lo que buscaba y lo que no buscaba. Y allí me quedé yo, con ganas de saciar mi sed de beber de sus labios. Me quedé con un vaso de cerveza que no tenía sabor, y se lo di a alguien. Esa noche, ella era mi alcohol…