Siempre he dicho que no odio a nadie y que perdono a todo el mundo que me hace algo, para luego sumirle en la indiferencia más profunda.
Pero contigo…contigo no sé qué me pasa.
Si pienso en ti siento cómo la rabia asciende por mis carótidas hasta mi cerebro enfureciéndolo por completo y enajenándolo. Tengo ganas de hincharme a pegarte puñetazos uno tras otro en el estómago para hacer que vomites todas tus putas mentiras y luego escupirte en la cara un escupitajo bien verde mientas espeto: “hijo de puta, no vuelvas a acercarte a mí en tu miserable vida”.
íƒÅ¡ltimamente no paro de hacer ejercicio, incluso me he apuntado a unas clases de boxeo bastante agresivo para hacer que toda esa rabia que tengo se calme, porque no me deja vivir, me consume.
Solo espero por tu bien que no te encuentres conmigo hasta que se me pase lo que siento, aunque actualmente creo que jamás se me pasará.
Soy una persona pacífica, entonces, ¿por qué me ocurre esto? No llego a entenderlo. Han jugado conmigo otras veces y me han maltratado de formas similares, pero lo tuyo…no tienen nombre. Todos los demás tenían excusa, por eso no les odié nada o casi nada, y un tiempo pequeñísimo, el necesario para que consiguiese entenderles, pero tú no la tenías. Bueno, miento, quizá tuvieras una excusa: egoísmo.
Habiendo dado tanto y tanto por ti, me parece que has sido muy injusto conmigo, y encima después reprochándomelo. Reprochándome que tú habías hecho “mucho” por mí, Jí. JAJAJA. Déjame reírme, pequeño ser del averno.
(y a pesar de todo, quiero que seas feliz y que encuentres con otra lo que no lograste encontrar en mí, a pesar de que estaba ahí. Porque a veces aún lloro aún con todo, negándome a aceptar la realidad…quizá todo esto sean “los restos de un tal vez que aún no ha cicatrizado”).