Le escribío decenas de poemas y cientos de textos, trató siempre de libar el sudor de sus sienes y de traspasar el verde de sus ojos. ¿Y de qué servía? La desidia y la contemplación parsimoniosa habitaban en su ser de ninfa. Reía al son de la vuelta del mundo mientras el tiempo transcurría resbalándose entre sus dedos ágiles y femeninos. Era lo que siempre fue, de su ombligo colgaba un grueso cordón atado al pendiente que lo decoraba. Sí, sin duda. Era ese adiós que habían esperado desde el primer día.
Corría el año 91, hace largo tiempo ya. Las noches eran cortas y locas, y la gente trataba de sobrevivir como fuera en aquel barrio alejado de la mano de Dios. Ella se escondía tras un bidón cuando él le tendió su mano.
Fue un momento sin importancia, casi parecía que era algo de lo más típico por aquel lugar, y sin embargo…fue el instante más intenso que vivirían en toda su vida.