He tenido siempre una notable tendencia a querer llamar la atención. No sé, me hace gracia, soltando yo esas gilipolleces, y los demás escuchando y escuchando. Mi mejor estrategia: si no puedes vencerlos, confúndelos. Y vaya que si me ha funcionado. Casi llegó un momento en el que no me entendía ni yo. Da igual, porque esto ni siquiera es un problema, por ahora lo balanceo sutilmente sobre la palma de mi mano, y en la otra, un piti. Aun sigo pensando, menos mal que el tabaco es mortal, si no perdería todo su atractivo. Y tú, ¿que piensas?, lo sé, lo sé, tampoco es que yo sea un adivino, pero lo que me resta de predecir el futuro me sobra para manipularlo. Así que qué importará qué pienses. Todos dejaremos algún día de leer todo. Sera entonces cuando se ennegrezca el claro de los ojos, y no queden más gestos que interpretar.