Dios…cuánto te echo de menos, ojos verdes. Cuantísimo.
Hay días, que el mundo se me arremolina y apenas me doy cuenta de ello, la vida pasa, rápida, muy rápida. Pero en momentos como este, en los que el tiempo se detiene, solo puedo sentir en lo más profundo de mi ser como los hilos con los que estaban anudadas nuestras almas tironean, tratando de acercarte. Muchos están ya rotos, yo los corté con unas tijeras, otros van rompiéndose de tanto intentar que estemos juntos…pero ahí,con todo ello, hay una maraña llena de nudos imposible de deshacer.
Necesito verte, abrazarte, saborearte. Pero ante todo, necesito perdonarte y que deje de dolerme lo que ocurrió para poder zurcir poco a poco nuestros caminos de nuevo, para poder tenerte de nuevo en mi vida, sonriendo con esa mirada tuya de “pero qué tonta eres”, y guiñándome un ojo. Siempre guiñándome un ojo.
Aún te quiero, aunque creas que me das igual o que te odio…y aunque sepa, porque tú mismo lo dijiste, que tú ya no me querías. ínimo mañana, chiripitifláutico. Hoy soñaré con las estrellas de tu rostro.