Pero deberías contarlo todo. Deberías contar que cuando empezamos, a los 15, tú ya habías estado con otra gente, mientras que para mí eras la primera. Que ese primer año conviví con el fantasma de tu anterior amor, para disfrutar el siguiente compartiéndote ya sabes con quién (aunque mi porción fuera la más pequeña). Por si eso no hubiera sido suficiente, cuando lo arreglamos (porque te peleaste con esa persona) y yo te perdoné como pude, te largaste a 700 kilómetros. Tuve que volver a compartirte, y sólo pude arreglarlo largándome del trabajo y recorriéndome tres puntas de la península gastándome todo mi sueldo. Por supuesto, yo también tuve mi parte de culpa de que eso pasara, por haber estado distante. Luego ya parecía que nos iba mejor, salvo por lo de que hace nada te liaste con tu mejor amiga, pero es “distinto” a si lo hiciera yo, porque ella es una chica. Tú estás cumpliendo tus sueños, estudiando lo que te gusta, y me instas a mí a convertirme en un mueble en tu habitación, yéndome a vivir contigo y abandonando todo lo que pueda tener aquí y con la esperanza de que encuentre cualquier basura de trabajo esclavo, porque nada más importa.
Sólo he intentado hacerte partícipe de mis pensamientos (esos que has reducido a “follar con otras”, por mucho que te haya intentado explicar lo que me pasa), porque no me gusta tener secretos contigo.
Y porque tú no los tienes para mí.
¿Pero sabes qué te digo? Que si tan poco han significado esos cinco años para que esto lo mande a la mierda… Pues dejaré que se vaya. Píntalo como quieras, cree que lo hago por follarme a todas las chicas del planeta, y también a los hombres. Píntame como el malo. Me la sopla de canto. Si tan frágil es todo lo bueno que he hecho por ti como para que lo derrumbe esta tontería, pienso que no merece la pena el esfuerzo. No haré más el imbécil.
PD: La próxima vez habla conmigo en vez de dirigirte a desconocidos.
Te quiero.