¿Qué puedo decir aquí que no haya gritado ya con silencios? Silencios, porque cada vez que intento explicar lo que me ocurre, son los silencios los únicos que dicen algo, el resto son palabras que simplemente le quitan sentido (si es que me queda de eso). Nadie escucha los silencios. Nadie atiende a los silencios. Los dan por hecho, solo importa el ruido. Demasiado ruido. ¿Queríais ruido? Pues tomad dos tazas. Ahora verás por qué.
Casi todo lo que he hecho hasta ahora ha sido para parecerme a las personas normales, para pertenecer a su mundo, para integrarme en el sistema. Y estoy orgulloso, porque he hecho muchas cosas mejor de lo que lo hacen muchos de ellos. Pero haciendo todo eso no estoy siendo yo. Y no sabes lo que supone eso en mi caso particular.
Te lo voy a explicar. ¿Has estado alguna vez en una situación verdaderamente irritante? Pienso en el adjetivo “irritante” y lo primero que me han pasado por la cabeza han sido las fiestas navideñas. Habrá sido casualidad. Pues imagina, por ejemplo, que un tío tuyo, más hijo de tu abuela y más capullo que bromista, no hace otra cosa que pincharte y meterse con todo lo que haces, sacando a relucir en medio de la cena de Nochebuena lo mal que se te da hacer las cosas. Saca a relucir todos tus defectos y errores de toda índole y se pone a hacer mofa de todos ellos, haciendo reír a más de la mitad de tu familia, que no tiene forma mejor de seguir la corriente al gracioso de la casa. Aguantas el tipo, el lenguaje empieza a ser “algo más” vejatorio, tu familia te ignora más a ti que a él, y hasta te ríes de ti mismo para no herir tu orgullo y que tu tío no use un mosqueo tuyo como excusa para una burla más. Sigues interpretando tu papel hasta que la cena se acaba y mientras te estás arreglando para salir a despejarte de tal noche, te miras mal en el espejo, con una rabia contenida enorme, pensando cosas del tipo “¿POR QUÉ MIERDA NO LE HABRÉ SOLTADO QUE POR BORRACHO Y GILIPOLLAS MI TíA SE TIRí“ A OTRO Y SE FUE CON ÉL?”.
Vale, ¿te has puesto en situación? Pues eso no es NADA. Nada comparado con la presión extra que tengo yo.
Si yo hubiera estado en una situación hipotética como la que planteo, ese tío se estaría burlando de la persona que he creado para ese rol familiar, no se estaría burlando realmente de mí. Nadie de los presentes me conocería, porque casi todo lo que habrían visto hasta entonces de mí es mentira. Cada logro, cada entusiasmo, cada fracaso, cada desconsuelo, todo emulado y calculado para parecer alguien normal en todo momento. Frente a tu familia, frente a tus compañeros de clase, frente a un profesorado que espera de ti lo mejor, frente a los amigos que has ido haciendo… Mostrar unas inquietudes dentro de las que serían normales, controlar las notas que sacas para que estén dentro de la normalidad y así nadie la tome contigo por “empollón”, hablar en cada momento con el registro que se espera de ti, aprender a calcular todas las variables a fuerza de prueba y error. Ese tío no se estaría riendo de mí. Ese tío estaría riéndose de la persona que fabriqué para desempeñar un rol familiar como el de esa escena. Y la presión extra se encuentra en que, como actor que soy, los personajes que creo me los tengo que creer de verdad para que mi propósito funcione y tal práctica requiere un gasto extra de energía. Ahí está la razón de mi presión extra. En una situación como esa, me debato entre crear sobre la marcha otro personaje que sería demasiado distinto al que interpreto en ese momento (mala opción), ser ese personaje del todo asumiendo las consecuencias y cometiendo errores forzados para hacer que ese personaje sea más creíble aún (buena opción para mí a largo plazo, pero mala para la reputación del personaje a corto y medio plazo), o dejarme de estrategias y mostrar un poco más de mí, que es lo que pide mi agotada y acelerada mente en todo momento debido al cansancio que supone tal forma de vivir. Pero no puedo.
Mejor dicho no debo. Y no soy yo quien piensa que no deba mostrarme tal cual soy. Lo dice la ley. Tengo que hacer ruido, camuflarme, pasar inadvertido llamando la atención en los momentos precisos. Si me quedo en silencio cuando todos miran expectantes, la duda puede surgir muy rápido, tengo que responder de la forma que se espera de mí o sorprender dentro del margen que se espera de mí. Todo en su justa medida. Quizá ya he mostrado partes de mi verdadero yo y se han manifestado en lo polifacético que soy. Pero tengo suerte de haber dado con muy pocas personas que analicen en profundidad rasgos así y sus posibles causas. Quizá son esas personas las únicas que atisban la soledad en la que me encuentro. Las únicas que no me tienen miedo porque ya me lo tengo yo por ellas. Un miedo equivalente al que siento por mi futuro, al cansancio sexagenario que siento a mi cuarto de siglo de edad, a dudar eternamente el sentido de mi paso por este mundo…
Te entiendo perfectamente, en cada punto, en cada concepto. Y comparto la posición, totalmente, con la diferencia del personaje. Toda mi vida mostré una forma de ser totalmente reservada, tímida, analizadora y distante. No soy exactamente esa persona, por lo menos no con las únicas dos personas que más me conocen (mi hermano y un gran gran amigo). Construí esa personalidad porque es muy fácil de realizar, simplemente me callo y sonrío a todos los chistes, a todas las bromas y listo. Tengo pasiones, tengo ideas, tengo sueños, pero no los muestro a los demás, simplemente porque no me importan los demás. Mi personalidad real no me estorba en el encubrimiento, porque simplemente todos me importan un pepino, el mundo entero, su pasado y su futuro. Lo único que me importa es MI futuro, el poder disfrutar de la única vida que tengo, el poder decir algún día “bueno, que se caguen todos, ya disfrute de esto ¡adiós idiotas!”.
El problema radica en que para hacer eso necesito dinero, y para tener dinero necesito hacer algo que me lo dé, y que sea fácil. Por eso existe esa máscara, porque al mundo no le agradan las personas que, como yo, todos les son indiferentes, todos se pueden ir al demonio. Pero si le agradan las personas que por más defectos que tengan, supuestamente pueden hacer algo productivo por el mundo, porque son inteligentes, amables y con capacidades por arriba de lo normal. No es que no tenga algunas de esas capacidades, pero mi visión real del mundo opacaría totalmente eso si se conociera.
Así que acá estoy, esperando a tener poder/dinero, para quitarme la máscara y disfrutar realmente de la vida. Pero eso no quita que de vez en cuando me junte con mi amigo (que no veo hace tiempo) y escuchemos música, nos fumemos unos porros y nos riamos de los idiotas que quieren ser alguien pero no tienen las capacidades de hacer nada más que comerse su religión, sus políticos y su ignorancia por toda su puta vida.
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@-Dark-Phantom- —
Lunes, 7 de abril de 2014 a las 5:58
Curiosa la forma en que, a la vez que coincidimos en muchos aspectos, diferimos ligeramente en otros. Por algunos de los movimientos que he hecho, he dado con una minoría de personas que reflexionan la realidad que ellos mismo representan desde prismas parecidos al mío. De esa minoría, es una pequeña parte más la que presenta una cualidad similar a la mía: la de eliminar el paso del tiempo como variable en las relaciones interpersonales. Casi nadie da importancia a los hechos fugaces, a un encuentro casual con otra persona con la que hablan solo 5 minutos. Quizá es porque no saben aprovechar ese tiempo, no saben ni les interesa aprender a exprimirlo para extraer la máxima cantidad de información posible. Y algunas veces no distingo si el iluso soy yo o lo es el personaje que interpreto, pero me desilusiona ser yo el único consciente de la química que algunas personas tienen conmigo y ver que les da igual, porque con un mes que transcurra, la película se ha rebobinado y hay que volver a grabarla. Yo dejo todo en pause. Creo que son solo 2, quizá 3 personas las que presentan esa misma habilidad para dejar en pause y no pulsar el stop. Personas que verdaderamente muestran interés. Quizá es en este rasgo en el que más diferimos y coincidimos tú y yo, es extraño, porque a mí me importa el mundo, creo que si no existe un lugar para mí, lo puedo crear. Pero estoy agotado, exhausto de no ser yo, de tenerme encerrado en el sótano, trayéndome a mí mismo alguna nueva distracción a mi subconsciente mientras sigo con la máscara de hierro puesta. Es como si de cara al público pareciera tener 24 años naturales, pero cuando muestro ciertas peculiaridades a modo de prueba y error, las respuestas que con más frecuencia he recibido han sido: “eres demasiado joven para pensar y hablar así”, “a tu edad tendrías que tener más ganas de vivir la vida y divertirte”.
Mis verdaderos amigos son los que saben que les miento descaradamente y siguen cerca de mí… Será porque no se aburren. xDDD
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Autor —
Lunes, 7 de abril de 2014 a las 17:57
Pues si, en parte diferimos. Mi verdadero amigo, lo es porque compartimos muchos intereses, nuestra forma de ser, de pensar. Los demás pueden llegar a ser “amigos”. Tienen cosas que me interesan y de las cuales podemos llegar a compartir, pero nunca llegan a llenarme. No es que no disfrute charlar con ellos, tomar mate, o jugar a algo, es que simplemente esas situaciones las disfruto en ese momento, pero después me queda la sensación “fue pasable, pero esto no da para largo plazo”.
No tengo nada en contra del mundo, nada en contra de los demás, simplemente no me importa lo suficiente. Eso no quita que prefiero cuidar las relaciones y el medioambiente, en algún lugar y con alguien tengo que vivir, pero si sabría que no tengo futuro, que voy a vivir poco, pues que se pudran, para que gastar esfuerzo en algo que no me va a afectar después de muerto. Lo que me ataja a quedarme acá y cuidar lo que puedo cuidar es que existe una mínima posibilidad de que no muera, de que alguien invente la forma de vivir para siempre, o que pueda pasar mi cerebro o mi conciencia y mi memoria a algo inmortal. Si no fuera por ello, que sentido tendría hacer algo en la vida, más que disfrutarla a gusto. Para que hacer algo que no podré disfrutar. Porque no importa cuantas cosas se hagan, el muerto no se lleva nada porque no va a ningún lugar, ni tampoco vive en la memoria de los demás, eso solo lo disfrutan/padecen los vivos.
Lo de “eres demasiado joven para pensar y hablar así” lo dicen porque están adoctrinados a pensar de acuerdo a la “madures” que le asigna la sociedad. Yo no me guío por esas reglas, en cada momento pienso como si fuera viejo, disfruto como los 22 años que tengo e imagino como un chico. En mi cabeza yo hago lo que quiero y nadie tiene ni el derecho ni la capacidad de llegar a la conclusión “lo estás haciendo mal, no pienses así”.
Afloja tu máscara, al que le gusta bienvenido sea, pero al que no, que te importa, es un pensamiento que vive en sus mentes y no en la tuya.
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@-Dark-Phantom- —
Lunes, 7 de abril de 2014 a las 19:24
Creo que al haber sido capaz de manipular la forma que han tenido los demás de percibir la realidad cuando yo he estado cerca, me siento dueño de varios pensamientos que pueden vivir en la mente de los demás. Sí, los considero solo el sustento biológico sobre el que he experimentado y dicho sustento ha mostrado la respuesta que yo buscaba. Los psicólogos dicen que esto es una falacia, un sesgo cognitivo, falsa causalidad. Pero eso solo lo dicen para estandarizarnos, si niegan que yo tenga a varias personas en la palma de mi mano es porque nunca tuvieron espíritu crítico y han adquirido el criterio que el sistema normalmente prefiere implantar sobre los especialistas de la mente. Está todo pensado, yo solo me adelanto a los acontecimientos, no doy nada por hecho, aunque dedico la mayor parte del tiempo a fingir que lo hago y en ocasiones lo acabo haciendo de verdad por la inercia a la que yo mismo me someto. Noto cómo con cada año que pasa funciono peor de la forma que lo he hecho hasta ahora. La razón me pide aire.
¿Puedes creer que incluso careciendo de interés sexual por nadie me he llegado a obligar a buscar la inmortalidad teniendo descendencia? Casi llego a forzarme a tener hijos por una motivación puramente racional, haciendo copias de mi ADN y mezclándolas con las de una mujer que se pareciera lo máximo posible a mí. Menos mal que al final desistí en aquel intento. No sé (en realidad sí sé) cómo me las he apañado para conseguir tener amantes, pero lo he hecho mejor que muchos ineptos que rondan por ahí, jajaja… Y he elegido muy bien, no pensé que encontraría mujeres con tales características. De hecho, la última hasta perseguía lo mismo que yo, pero su manera habría sido tener los hijos y largarse con ellos… No, esa idea no me gustaba. Si tuviera hijos y no los educo yo, no estaría dejando aquí de mí todo lo que me gustaría antes de morirme. Pero ya digo, he abandonado la búsqueda para ese “proyecto”, creo que es lo que más me ha agotado hasta ahora.
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Autor —
Lunes, 7 de abril de 2014 a las 19:45