— Sábado, 10 de marzo de 2018 a las 19:06

Estás destrozado en la cama. Notas tu propia baba por media cara, caliente, casi como una marca a fuego de la noche anterior. Suena el despertador a las ocho y media como es habitual - es Sábado, de ahí que suene más tarde - y te levantas aunque la cabeza te sigue dando vueltas. Te da miedo comer algo, sabes que puedes vomitarlo a los veinte minutos: te contentas con un vaso de agua y una galleta digestive mientras pasas canal tras canal en la televisión sin encontrar nada con lo que aguantar esos diez minutos antes de irte a estudiar.
Llegas a la oficina y coges los apuntes y el tema que te toca hoy: nueve páginas, parece sencillo, crees poder terminarlo en dos horas. Empiezas por la STC 20/1995 y al tercer párrafo te da un apretón súbito: vas al baño con toda la tranquilidad del mundo, esperando que no se note que todavía te dura la borrachera y que te están martilleando la cabeza hasta casi impedir que puedas mantener los ojos abiertos, subes cada peldaño con tranquilidad pero sabiendo que tienes el tiempo justo.
Diez minutos después estás otra vez en la oficina: vuelves a la sentencia mientras notas el regusto del whisky al pasarte la lengua por el cielo de la boca y notas que se te empieza a acumular saliva: vas a vomitar. Ya has vivido esto antes, resignadamente vuelves a levantarte, y a subir las escaleras, otra vez, con toda la tranquilidad del mundo. Ahora suena la televisión de fondo porque ya se ha levantado JC. Siempre te has preguntado cómo y porqué se levanta a estas horas, no teniendo nada que hacer.
Abrazas la taza del váter en el que habías cagado hace escasos cinco minutos y esperas que tu propio sistema digestivo alcance el punto de masa crítica y erupcione…pero no ocurre nada. Se te ocurre meterte los dedos y lo máximo que consigues es eructar durante quince minutos con algunas arcadas. La galleta digestive se niega a salir, se ha atrincherado en alguna parte. Recuerdas que tampoco cenaste nada ayer: nada más llegaste a casa te echaste la primera copa y empezaste a beber. Recuerdos te vienen a la mente…

Aproximadamente media hora después de haber llorado medio borracho como un niño pequeño como no hacías desde hace tiempo suena el timbre y llega tu amiga. Crees que se te ve en la cara el húmedo suceso, pero no te dice nada. Entra y se sienta en el sillón, le pones una copa y te rellenas la tuya. Por una vez hay excedente de hielos, lo cual siempre es bueno para la moral.

Mañana se va a reencontrarse con su ex previo vuelo. Piensas que es una maniobra desesperada porque no aguanta la soledad, pero dado que has estado llorando desconsoladamente media hora antes por exactamente lo mismo, decides no criticarla por ello.

Pero todavía no vomitas, y el tema sigue en la página uno tercer párrafo: te empieza a entrar la ansiedad: tienes sueño, quieres terminar el tema y quieres vomitar. Quieres que se acabe todo esto, instantánemente. Desistes de desahuciar a la galleta digestive, le das el lance y te vas a la cama de nuevo. Apenas tienes fuerza de voluntad para tirar de las sábanas hacia a ti pero por primera vez en bastante tiempo te duermes casi enseguida, lo cual consideras como un logro. O lo considerarías si la cabeza te diese ahora para algo más que elucubrar.

Y comienzas a reconstruir los hechos de la noche pasada, intentando hilar los distintos sucesos: comburente y combustible de la borrachera. Los reconstruyes ahora fijándote en algunos detalles que pasaste por alto, pero antes de darte cuenta te has quedado dormido.

Hola lector! Chevismo cerró ‐ como habrás observado ya. Rescaté el diario porque siempre le tuve mucho cariño. En el proceso de rescatarlo me enamoré un poco otra vez de él...

En algún momento añadiré de nuevo la capacidad de escribir nuevas entradas y comentarios. Gracias por pasarte por aquí.

También quiero hacer una especie de "libro" con las entradas más emotivas y algunos comentarios. Poco a poco!