— Sábado, 10 de marzo de 2018 a las 19:34

Te despierta el ruido del equipaje: tu madre se va a lo que se conoce popularmente como “el pueblo”. En principio te parece todo normal, dado que suele hacerlo cada dos fines de semana y éste le tocaba; hasta que te das cuenta de un sutil matiz que se te ha escapado: tu abuelo tiene cáncer y le dio una trombosis en una pierna hace dos días.

Te preguntas desde hace cuánto que las cosas ya no son como antes. En realidad casi nadie en la familia lo ha asimilado todavía: tu abuelo va a morirse más pronto que tarde y todo el mundo parece manejar el asunto como si tuviese un simple resfriado: “Hay que llevarlo al hospital, me lo llevo yo hoy” “Venga, ya nos comentas”. No se le da ningún tipo de ceremoniosidad, es casi una rutina, es casi imperceptible, la rutina es tan poderosa que apenas se abre paso el hecho.
En cualquier caso, muy probablemente deberías irte con ellos: ver a tu familia, a tu abuelo. Te das cuenta de que la rutina también te absorbe a ti, llevas meses en piloto automático. Vuelves a estar todo babeado y esta vez la cabeza te duele que te va a estallar, las náuseas siguen ahí, y se oye la puerta abrirse. Comienza el punto de no retorno para elegir si ir o no. Poco después se oye a tu madre entrar, te haces el dormido porque te da vergüenza que te vea todavía borracho. Te “despierta” y te da un beso para despedirse: ni siquiera contempla que quieras ir y no sabes si es por compasión por tu estado actual o porque ha perdido toda esperanza de haber criado a un ser humano digno. Te recuerda que tienes que pasarle dinero porque hoy pasan un recibo y también de llevarle su coche al mecánico.
Son las doce y media pasadas y piensas en levantarte en cuanto se vayan: es una reacción instintiva, el hecho de estar solo te chuta la moral: es un fenómeno extraño, las primeras horas es maravilloso todo, a partir de las seis de la tarde miras las musarañas sin saber que hacer y a las diez sólo te queda una cosa por hacer, y vuelta a empezar.
Te tragas el hecho de que eres un monstruo por no haber ido a ver a tu abuelo, te excudas en que el cáncer todavía no es terminal y que tienes tiempo. Te dan las sensaciones como si hubiese muerto ya: ya te sientes culpable por no haber pasado el suficiente tiempo con él. Pero sabes que te conformas con la consolación de ir a ver a tu padre por la tarde (lo cual tampoco has hecho).

Hola lector! Chevismo cerró ‐ como habrás observado ya. Rescaté el diario porque siempre le tuve mucho cariño. En el proceso de rescatarlo me enamoré un poco otra vez de él...

En algún momento añadiré de nuevo la capacidad de escribir nuevas entradas y comentarios. Gracias por pasarte por aquí.

También quiero hacer una especie de "libro" con las entradas más emotivas y algunos comentarios. Poco a poco!